Si cada uno de nosotros estuviésemos conscientes de que la energía liberada en cada palabra afecta, no sólo a quien se la dirigimos sino también a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, comenzaríamos a cuidar más lo que decimos.
“Lo que le dices a tu semejante, te lo dices a ti mismo”
Las palabras tienen poder; antiguos alfabetos, como el sánscrito, el arameo y el lenguaje hebreo son fuentes de poder en sí mismos.
Los esenios sabían de la existencia de un enorme poder contenido en la oración, el verbo y la palabra.
Para ellos, el lenguaje era la manifestación final del pensamiento, la emoción y el sentimiento; por eso, utilizaron la energía que canaliza el lenguaje para manifestar en la realidad la calidad de vida que deseaban experimentar en este mundo.
En las culturas del antiguo Oriente eran utilizados los mantras, los rezos, los cánticos y las plegarias con una intención predeterminada, como técnicas para materializar estados internos y programar realidades pensadas, deseadas y afirmadas previamente.
Actualmente, estudios realizados por físicos cuánticos comienzan a redescubrir y validar el enorme conocimiento olvidado de antiguas culturas ancestrales, un conocimiento que podría darnos piezas clave para cambiar nuestro mundo.
Existe la capacidad demostrada de programar el ADN a través de nuestras palabras. No solo nuestra salud podría conservarse indefinidamente si nos orientamos en pensamientos, sentimientos, emociones y palabras creativas y bien intencionadas sino que podríamos cambiar nuestra realidad por completo.
Cuida lo que dices… recuerda que tus palabras hoy, crean tu realidad mañana.
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