Sé que, al principio, esta publicación te
parecerá una clase de biología, pero confía en mí, los primeros dos párrafos te
servirán para entender y darte cuenta por ti mism@, de cómo la respiración nos interrelaciona con la
vida y como es un mágico reflejo de nuestra energía, emociones y en general de
nuestra existencia como seres espirituales.
La respiración es un proceso vital, el cual
sucede en dos pasos básicos: la inhalación
o inspiración y la exhalación o
espiración. Al inhalar, tomamos aire, el cual contiene el oxígeno que se
lleva a todas nuestras células a través de la sangre; en este proceso, dentro
nuestro se produce dióxido de carbono, el cual expulsamos en cada exhalación.
Este proceso no solo involucra a los pulmones o al sistema respiratorio, es
todo nuestro organismo el que respira a través de este proceso; los millones de
células que tenemos en todo nuestro cuerpo, consumen oxígeno por medio de la
respiración, tomándolo para generar y liberar la energía necesaria para sus actividades
y, también, es nuestro organismo entero, el que expulsa el dióxido de carbono.
Todo este increíble proceso sucede cada vez
que respiras; pero la magia no acaba con lo que pasa en tu interior, también sucede
en el intercambio que haces con lo que te rodea. No se trata de hacer de esto una
clase de ciencias naturales, pero imagínate la maravilla de este proceso: al tomar
el aire cargado de oxígeno para que tu cuerpo funcione, produces con ello algo
en tu interior: el dióxido de carbono, el cual sacas de tu cuerpo cada vez que
exhalas, y resulta que, ese dióxido de carbono que salió de ti, es el utilizado
por las plantas para realizar la fotosíntesis, y las plantas entonces, en su
propio proceso, toman el dióxido de carbono para producir oxígeno, ¡SÍ! el mismo
oxígeno que tu tomas cada vez que inhalas y que intercambias por dióxido de
carbono. Es un circulo virtuoso increíblemente maravilloso. Un proceso de dar y
recibir.
El proceso de la respiración refleja un
flujo de la vida misma: DAR Y RECIBIR.
No se trata de darlo todo ni de tomarlo todo, debe existir un equilibrio. A
nivel psicosomático, cuando tenemos problemas al respirar, significa que hemos
perdido este equilibrio entre dar y recibir. Si la forma en que estamos
viviendo e interrelacionándonos pierde su ritmo natural, nuestro cuerpo refleja
a través de la respiración nuestro rechazo a recibir o el desequilibrio de
estar tomando/recibiendo mucho menos de lo que damos.
Hay vivencias que nos obligan a crecer, la
vida misma nos pone sobre la mesa oportunidades de avanzar hacia nuestro
crecimiento, independencia y libertad, pero no siempre estamos dispuestos a dar
el paso. La vida es próspera, abundante e ilimitada y nos brinda la oportunidad
de tomar más de ella, pero por alguna u otra razón, decidimos rechazar lo que
nos ofrece y es cuando nos sentimos asfixiados e incapaces de evolucionar y
avanzar.
Para avanzar hay que soltar (exhalar) lo
que ya no funciona y tomar (inhalar) lo que es útil para nosotros en nuestro
presente. El cambio tendría que ser tan natural como respirar, pero las
resistencias lo hacen difícil. No dejamos de respirar, pero dificultamos el
proceso.
Cuando logramos comprometernos con nuestra
vida y nos damos la oportunidad de caminar hacia la libertad y reconocemos
nuestro derecho a ser, podemos entonces respirar de nuevo, tomar más aire y con
ello, tomar más de la vida, equilibrando el ritmo de inhalar y exhalar, es
decir, dar y recibir en la misma proporción.