Las últimas dos
semanas no salieron para nada conforme a mis planes, pero debo admitir que
estuvieron llenas de aprendizaje, y hoy quiero compartir con ustedes una de las
tantas vivencias que me ocurrieron esos días y que me recordó que, si bien, hay
que tener fe y confiar en que lo que deseamos o pedimos se dará, eso no significa que lo pidamos y nos quedemos
de brazos cruzados esperando que suceda; es como aquella historia del hombre orando a Dios para que lo rescate de morir ahogado, mientras deja pasar todas sus oportunidades de salvación.
Volviendo a mi
anécdota, resulta que me cortaron el agua la semana pasada; fue despertar, abrir
la llave para lavarme y... ¡nada!
Entre que
averiguaba que pasaba y demás, me sentí un tanto irritada e incómoda, pues eran
días de mucho calor y de verdad valoré mucho más ese líquido que uno da por hecho
en la vida diaria. Primera lección: VALORAR
LO QUE TENEMOS; hay cosas tan simples en nuestro diario vivir, que las damos
por sentadas y dejamos de agradecer por
contar con ellas con tanta facilidad; disminuimos su valor hasta el grado
de olvidarnos por completo de lo afortunados que somos por tenerlas.
Con la falta de
agua, me hice mucho más consciente de lo importante que es para hacer mi vida más
simple y feliz cada día. No es que antes lo desconociera, pero en esta ocasión,
tal vez por la unión de varios factores, valoré en sobremanera el agua y la
extrañé como no tienen idea.
Continuando con
la historia, me alisté para ir a las oficinas correspondientes para solucionar
el problema (sucia y de genio, pues no pude bañarme y con el calor extremo del
día ya se imaginarán como me sentía). En las oficinas me trataron muy bien, sin
embargo, aunque no representaba mayor problema el proceder a la reconexión del
servicio, existía un detalle: la oficina generó la orden, pero podía tomarse de
5 a 7 días hábiles para que el servicio fuera efectivamente reanudado. Mis ánimos
se desplomaron y pregunté si no había alguna otra forma, ya que no tenía gota
de agua y en verdad requería el servicio; la señorita que me atendió me dijo
que era difícil por las cargas de trabajo, que la orden era generada pero más
de ello no podían hacer, pero me sugirió comunicarme a una línea telefónica para
comentarles lo sucedido y ver si podían apoyarme o al menos, ejercer un poco más
de presión.
Salí de la
oficina desorientada, sin saber que hacer “¡más de una semana sin agua!”, me
imaginaba la vivencia en mi cabeza y no era nada agradable. Caminé un poco sin
saber qué hacer, me senté en una banquita y decidí marcar al teléfono que me
habían recomendado.
La llamada fue
atendida mucho más pronto de lo que pensaba; la señorita al otro lado de la
línea me dijo que levantaría un reporte, pero que efectivamente los tiempos, debido
a sus cargas de trabajo, eran lo que ya me habían comentado. Sin embargo, me
dio una recomendación que me hizo recobrar la esperanza; me dijo que, si yo veía
cerca de mi domicilio alguna camioneta de la compañía, la detuviera, le
comentara la situación y de ser necesario le diera el número de reporte que
ella me proporcionó durante la llamada, y que de todos modos me comunicara en
un par de días si es que todavía no acudían a reconectar el servicio.
Sin nada más que
hacer, terminé la llamada y emprendí el camino de regreso a casa. Aún más
acalorada, sudada y sucia que unas horas antes y con las pocas esperanzas de
poder tomar un baño digno esa tarde.
De camino a casa
comencé a pedir apoyo
divino. Suplicaba ver una camioneta de la compañía y… ¿Qué creen? Se
concedió. En el transcurso a casa vi una de sus camionetas, pero había un
ligero inconveniente: yo iba en el transporte público y todavía estaba
lejísimos de mi casa, así que de nada me servía. Si, tenía que recordar PEDIR CON TODOS LOS DETALLES.
Esa tarde me
visitó un familiar y al contarle mi falta de agua y la probable situación por
los próximos días, amablemente me ofreció irme a su casa. Me pareció buena
idea, pero le dije que por el momento me quedaría y, si en un par de días no se
resolvía el asunto, tomaría su ofrecimiento. Aunque moría de deseos de bañarme
(la imagen de mi misma, bajo el agua de la regadera, resultaba ¡tan idílica!)
algo en mí, me decía que me quedara; decidí
ESCUCHAR A MI INTUICIÓN.
Caída la noche encendí
una vela y un incienso y escribí en un papel la petición que deseaba: tener el
servicio de agua restablecido y funcionando a la perfección ese mismo día. Oré
internamente por mi petición y dejé el improvisado altar puesto mientras yo me
fui a descansar. Tenía fe.
A la mañana
siguiente desperté temprano y, sin dudarlo, salí a dar una vuelta por los
alrededores; tenía la firme convicción de que vería pasar una camioneta de la
compañía…fe.
Caminé un rato,
me senté en una banca, fui a comprar un café que bebía mientras mis ojos
miraban cada camioneta blanca que pareciera de la compañía. Poco menos de una
hora después, me senté un rato en el césped y a lo lejos me pareció ver una
camioneta con las características que buscaba. Pero la camioneta viró y la perdí
de vista, ni corriendo la hubiera alcanzado; sin embargo, esto me hizo
levantarme y caminar hacia aquel rumbo. Caminaba bebiendo mi café, mientras
pensaba que necesitaba ir al baño y aun con fe de encontrar la camioneta que
antes había visto, pero que ni siquiera estaba segura fuera una de las que
buscaba.
Unos metros
después, del lado contrario de la avenida, el cielo iluminó mi visión: era la
camioneta de la compañía, esa que necesitaba y estaba ahí, a unos pasos de mí y
unos cuantos metros de la casa.
Hice señas al
conductor y él se detuvo, esperándome mientras yo cruzaba la calle. Me acerqué,
lo saludé y le resumí mi situación. Para no hacerles el cuento más largo de lo
que ya ha sido, me dijo que subiera en la camioneta y nos dirigimos a la casa.
Veinte minutos después, ¡TENIA AGUA! (bailé de felicidad, ¡oh sí!).
Mientras el
señor hacía lo necesario para restablecer el servicio de agua, mi cabeza daba
vueltas sobre mi fe la noche anterior, visualizaba en mi mente el papel, la
vela, el incienso, la camioneta, mis inmensas ganas de tener agua de nuevo… me sentí profundamente agradecida de que mi
petición hubiera sido escuchada y atendida tan prontamente. Experimente
verdadero AGRADECIMIENTO Y FELICIDAD.
Toda esta larga
historia, con la cual espero no haberlos aburrido, me ha recordado varias cosas
importantes y que son lecciones de vida
que me gustaría ustedes también tuvieran presentes:
1.- SI, el Universo mueve sus hilos para poner
los recursos a nuestra mano y obtener lo que queremos, pero también requiere acción de nuestra parte para
concretar y manifestar nuestros deseos.
2.- Valorar lo que tenemos; desde lo más complejo
y que nos ha constado trabajo obtener, hasta lo más simple y que damos por
hecho porque siempre está ahí. Aprecia lo que existe en tu vida y recuerda ser agradecido por todo lo que tienes y recibes.
3.- La FE es muy importante. Confía en que tus
peticiones se escuchan y, como dicen por ahí, “tus deseos son órdenes”.
4.- Escucha a tu intuición. Si hubiera
decidido irme de casa con mi familiar, no hubiera hecho mi pequeño ritual, ni
hubiera encontrado la camioneta a la mañana siguiente. Si, las cosas se
hubieran resuelto al final, pero tal vez no de tan manera tan rápida y armónica;
la intuición nos indica los mejores
caminos a seguir.
5.- Sin importar
lo que pase, busca el lado bueno y se feliz, aun ante las complicaciones de la vida. Sé que suena trillado, pero
si vemos estas vivencias como experiencias de vida y una forma de ejercitar nuestra espiritualidad,
seguro sacaremos provecho de cualquier “obstáculo” en nuestro camino.
Ya lo decían
unos viejos amigos: la vida cotidiana y
mundana es el mejor “gimnasio espiritual” que existe. Sería muy fácil
recluirse a vivir en una burbuja, sin nada que nos perturbe y en completa
tranquilidad; eso es maravilloso, pero también la oportunidad de vivir una vida
común, con altibajos que nos permitan ejercitar nuestro espíritu, fortalecer a nuestro propio Ser Superior, recordando y desarrollando todas y cada
una de sus capacidades... hacernos mas sabios.
¡Luz y Amor!