Hace un par de fines de semana salí con mi familia. En una parada que hicimos, mi hermano decidió comprar en una maquinita de monedas, de esas que hay en algunas tienditas.
La máquina daba unas pelotitas plásticas que rebotan mucho y contenía en su interior de varios colores: rosas, verdes, naranjas, amarillas, etc. Y, a cambio de cinco pesos podías obtener una de ellas al azar.
A modo de juego, mi hermano metió la moneda y me pregunto “¿de qué color va a salir? Yo respondí casi sin pensar: “¡rosa!” después hice una breve pausa y le dije “no, ¡morada!”. Fue una respuesta intuitiva, pero cuando la lancé, mi lado lógico comenzó a cuestionarse por qué había dicho esos colores si, en primera, solo podía ser un color y, en segunda, parecía más lógico ver las posibilidades asomándome a la máquina, viendo al fondo y tratando de observar los colores de las pelotas más cercanas al dispensador… eso hice y cambié mi respuesta a otro color…
Mi hermano giró la manilla y esta parecía girar más de lo usual… la hizo de emoción y colocó la mano para recoger la pelota. Pero cual sería nuestra sorpresa, al abrir la puertita metálica y ver que ¡salieron dos pelotitas! ¿de qué colores? Una rosa...y una morada :O
Así es… contra toda lógica y pronostico, mi intuición inicial había acertado totalmente… pero noooo, la traicionera mente no me permitió confiar en ella… como suele suceder.
La vida diaria está plagada de momentos como el anterior, en que no sabemos porque o como, pero percibimos o conocemos ciertas cosas más allá de la razón, sin embargo, ante la falta de lógica de donde proviene aquel conocimiento, solemos ignorar esa voz que susurra dentro nuestro para reemplazarla por opciones que parecieran más fundamentadas, certeras y lógicas.
Hay que empezar a confiar en nuestra intuición, en esa sabiduría interior que siempre ha estado ahí, pero que ha ido ahogando su voz ante los gritos del ego y de la razón. Todos los días podemos tratar de reconectar con ella, hay muchas oportunidades de ejercitarla y reestablecer un vínculo que nos permita guiarnos por nuestra voz interior, y esas oportunidades pueden ser tan simples como el ejemplo anterior.
Si comenzamos a escuchar y confiar en nuestra intuición para detalles tan pequeños como el saber el color de una pelotita, podremos ir desarrollando la confianza necesaria para hacerlo también en cuestiones más trascendentales y de importancia para nuestra vida: ¿me conviene más el trabajo A o el B?, ¿debería continuar con esta relación?, ¿es este viaje bueno para mí? Y a medida que comprobemos que nuestro interior en realidad tiene muchas respuestas y sabe el mejor camino para nosotros, aprenderemos primero a reconocer la voz de nuestra intuición (sin confundirla con respuestas que puedan venir desde nuestros egos, inseguridades, etc.) y después a actuar acorde a su consejo.
Finalmente, quisiera compartir con ustedes un pequeño consejo que hace años un par de personas muy sabias me dieron para diferenciar entre la voz de la intuición y aquella que proviene del ego: “la voz del ego grita, pero la de la intuición susurra”… por eso hay que estar más atentos, callar el parloteo de nuestro interior, para alcanzar a escuchar a nuestra intuición. Inténtalo y nos cuentas ;)
Luz y Amor.