Cuando damos un espacio a la espiritualidad en nuestra vida, aprendemos muchas cosas y experimentamos nuevas vivencias que no dejan de sorprendernos.
Pero, ¿Cuántos de ustedes sienten que no están logrando resultados, o que se han estancado, o que por más horas que dediquen a la meditación o cualquier otra práctica, pareciera que no pasa nada?
No quiero que lo que diré a continuación se malinterprete, pero creo que parte de nuestro “error” es que esperamos grandes y alegóricas manifestaciones y olvidamos que, la mayoría de las veces, la sabiduría e iluminación nos encuentran en los momentos más simples de la vida o vienen de aquella persona que menos esperamos.
Y es que caemos en la fantasía de que un monje o un tipo enfundado en túnica blanca, con un halo de santidad rodeándolo, llegue a darnos el toque mágico que nos ilumine, en medio de un despliegue de parafernalia y teatralidad. Y, aunque esto puede llegar a experimentarse, son más las veces en que esos pequeños momentos de reconexión con algo divino o superior nos suceden a través de las cosas más simples… mundanas por llamarlas de alguna manera.
Y hoy quiero invitarte a que encuentres tus propias formas, tu propia manera de experimentar la espiritualidad y asombrarte de tu verdadero origen y esencia.
Habrá quien experimente verdadera conexión divina a través de la oración, la meditación o los rituales propios de alguna religión. Todo es válido. Pero si tú la experimentas a través de otras formas, que parecieran “menos ceremoniosas/divinas/espirituales” no tienes por qué darle menos valor; si a ti te funciona y puedes experimentarlo en tu interior, es suficiente; es tu propia manera de vivir tu espiritualidad.
Te daré un ejemplo, esperando que esto quede más claro:
Desde pequeña me llamaban la atención muchas cosas. Una de ellas era el cielo: las estrellas, el sol, la luna… no dejaba de sorprenderme el ver todo eso sobre mí. Lo raro es que no le buscaba una explicación, ni pretendía entenderlo, solo me sentía extasiada cuando mi mirada se elevaba, o cuando temprano cada mañana, la luna me seguía camino a la escuela ¿Cómo podía la luna seguirme durante todo el camino? ¿avanzaba a la misma velocidad que el auto familiar? Sí, me hacía preguntas, pero no pretendía encontrar respuestas. Simplemente, mi espíritu lo gozaba.
Conforme crecí, esa atracción por los astros no pasó. De hecho, un tiempo estuve tomando clases de astronomía y años después un telescopio llegó a mi vida. Y aun me encanta mirar el cielo, especialmente por las noches, perderme en las estrellas… es algo que no deja de sorprenderme y que me hace sentir tan grande y tan pequeña al mismo tiempo. Es difícil de explicar la sensación con palabras, pero de verdad es una actividad que logra reconectarme totalmente… de ahí que, a pesar de que nadie pensaría en la astronomía como una práctica espiritual, para mí lo sea, pues pocas cosas me hacen sentir como cuando miro al cielo.
Esos momentos en que me pierdo en el Universo, me hacen sentir parte de un todo; logro comprender desde lo más profundo de mi ser, que estoy mirando a la Divinidad cara a cara y que, a su vez, yo soy parte de ella. Es una experiencia maravillosa. En esos instantes, como ya mencioné, me siento pequeñita, pero a la vez me siento enorme ¿por qué? Porque logro identificarme como parte de un todo, desde cada célula de mi ser logro aprehender el “todos somos UNO” y entiendo que por pequeña que sea, formo parte de esa inmensidad eterna e infinita, lo cual me vuelve enorme.
Créanme que he tratado de describir lo mejor posible lo que experimento con la astronomía, pero resulta difícil hacerlo con nuestro lenguaje humano. Es de esas ocasiones en que desearía que las cosas fueran como en la película “Avatar” y simplemente conectáramos nuestros cabellos para poder transmitirles mi experiencia directa, sin los filtros y limitaciones de las palabras.
Aun así, espero que se hayan logrado dar una idea de lo que quise expresarles. Y si a ustedes hay algo que los haga sentir un poquito como en mi caso lo hacen las estrellas, pongan atención, valórenlo y tómenlo como parte de su religión (desde su acepción “religare”: unir fuertemente, vincular, reconectar), pues cada experiencia cuenta, y formas de conexión divina hay tantas como estrellas en el Universo ;)
Y tu ¿identificas algo que particularmente te haga experimentar una conexión divina? Compártelo con nosotros en los comentarios :) ¡nos encantaría conocerlo!
Luz y Amor.