La lección de hoy de “Un Curso de Milagros” me ha
conmovido muy profundamente. Me identifiqué extremadamente… y es que tantas
veces me he sentido “fuera de lugar”, como si “no encajara” en este mundo… y la
lección 182 de Un Curso de Milagros, hoy me ha hecho sentir de regreso en mi
hogar, nuestro hogar. Aquí se las comparto:
Permaneceré muy
quedo por un instante e iré a mi hogar. Este
mundo en el que pareces vivir no es tu hogar. Y en algún recodo de tu mente
sabes que esto es verdad. El recuerdo de tu hogar sigue rondándote, como si
hubiera un lugar que te llamase a regresar, si bien no reconoces la voz, ni lo
que ésta te recuerda. No obstante, sigues sintiéndote como un extraño aquí,
procedente de algún lugar desconocido. No es algo tan concreto que puedas
decir con certeza que eres un exilado aquí. Es más bien un sentimiento
persistente, no más que una leve punzada a veces, que en otras ocasiones apenas
recuerdas, algo que descartas sin ningún miramiento, pero que sin duda ha de
volver a rondarte otra vez.
No hay nadie que
no sepa de qué estamos hablando. Sin embargo, hay quienes tratan de ahogar su
sufrimiento entreteniéndose en juegos para pasar el tiempo y no sentir su
tristeza: Otros prefieren negar que están tristes, y no reconocen en absoluto
que se están tragando las lágrimas. Hay quienes afirman incluso que esto de lo
que estamos hablando son ilusiones y que no se debe considerar más que como un
sueño. Sin embargo, ¿quién podría honestamente afirmar, sin ponerse a la
defensiva o engañarse a sí mismo, que no sabe de lo que estamos hablando?
Hoy hablamos en
nombre de todo aquel que vaga por este mundo, pues en él no está en su hogar.
Camina a la deriva enfrascado en una búsqueda interminable, buscando en la
oscuridad lo que no puede hallar, y sin
reconocer qué es lo que anda buscando. Construye miles de casas, pero
ninguna de ellas satisface a su desasosegada mente. No se da cuenta de que las
construye en vano. El hogar que anda buscando, él no lo puede construir. El Cielo no tiene sustituto. Lo único
que él jamás construyó fue un infierno. Tal vez pienses que lo que quieres
encontrar es el hogar de tu infancia. La infancia de tu cuerpo y el lugar que
le dio cobijo son ahora recuerdos tan distorsionados que lo que guardas es
simplemente una imagen de un pasado que nunca tuvo lugar. Mas en ti hay un Niño
que anda buscando la casa de Su Padre, pues sabe que Él es un extraño aquí. Su infancia es eterna, llena de una
inocencia que ha de perdurar para siempre. Por dondequiera que este Niño
camina es tierra santa. Su santidad es
lo que ilumina al Cielo, y lo que trae a la tierra el prístino reflejo de la
luz que brilla en lo alto, en la que el Cielo y la tierra se encuentran unidos
cual uno solo. Este Niño que mora en
ti es el que tu Padre conoce como Su Hijo. Este Niño que mora en ti es el que
conoce a Su Padre.
Él anhela tan
profunda e incesantemente volver a Su hogar, que Su voz te suplica que lo dejes
descansar por un momento. Tan sólo pide unos segundos de respiro: un intervalo
en el que pueda volver a respirar el aire santo que llena la casa de Su Padre.
Tú eres también Su hogar. Él retornará. Pero dale un poco de tiempo para que pueda ser lo que es dentro de la paz
que es Su hogar, y descansar en silencio, en paz y en amor. Este Niño
necesita tu protección. Se encuentra muy lejos de Su hogar. Es tan pequeño que
parece muy fácil no hacerle caso y no oír Su vocecilla, quedando así Su llamada
de auxilio ahogada en los estridentes sonidos y destemplados y discordantes
ruidos del mundo. No obstante, Él sabe que en ti aún radica Su protección. Tú
no le fallarás. Él volverá a Su hogar, y tú lo acompañarás. Este Niño es tu indefensión, tu fortaleza. Él
confía en ti. Vino porque sabía que tú no le fallarías. Te habla incesantemente
de Su hogar con suaves murmullos. Pues desea llevarte consigo de vuelta a él, a
fin de poder Él Mismo permanecer allí y no tener que regresar de nuevo a donde
no le corresponde estar y donde vive proscrito en un mundo de pensamientos que
le son ajenos. Su paciencia es infinita. Esperará hasta que oigas Su dulce Voz
dentro de ti instándote a que lo dejes ir en paz, junto contigo, a donde Él se
encuentra en Su casa, al igual que tú.
Cuando estés en
perfecta quietud por un instante, cuando el mundo se aparte de ti y las vanas
ideas que abrigas en tu desasosegada mente dejen de tener valor, oirás Su Voz.
Su llamada es tan conmovedora que ya no le ofrecerás más resistencia. En ese
instante te llevará a Su hogar, y tú
permanecerás allí con Él en perfecta quietud, en silencio y en paz, más allá de
las palabras, libre de todo temor y de toda duda, sublimemente seguro de que
estás en tu hogar. Descansa a menudo con Él hoy. Pues Él estuvo dispuesto a
convertirse en un Niño pequeño para que tú pudieras aprender cuán fuerte es aquel que viene sin
defensas, ofreciendo únicamente los mensajes del amor a quienes creen ser sus
enemigos. Con el poder del Cielo en Sus manos, los llama amigos y les
presta Su fortaleza para que puedan darse cuenta de que Él quiere ser su Amigo.
Les pide que lo protejan, pues Su hogar está muy lejos, y Él no quiere regresar
a él solo. Cristo renace como un Niño pequeño cada vez que un peregrino
abandona su hogar. Pues éste debe aprender que a quien quiere proteger es sólo
a este Niño, que viene sin defensas y a Quien la indefensión ampara. Ve con Él
a tu hogar de vez en cuando hoy. Tú eres un extraño aquí, al igual que Él.
Dedica algún
tiempo hoy a dejar a un lado tu escudo que de nada te ha servido, y a deponer
la espada y la lanza que blandiste contra un enemigo imaginario. Cristo te ha
llamado amigo y hermano. Ha venido incluso a pedirte ayuda para que lo dejes
regresar a Su hogar hoy, íntegro y completamente. Ha venido como lo haría un
niño pequeño, que tiene que implorar la protección y el amor de su padre. Él
rige el universo, y, sin embargo, te
pide incesantemente que regreses con Él y que no sigas convirtiendo a las
ilusiones en dioses. Tú no has perdido tu inocencia. Y eso es lo que anhelas,
lo que tu corazón desea. Ésa es la voz que oyes y la llamada que no se puede
ignorar. Ese santo Niño todavía sigue a tu lado. Su hogar es el tuyo. Hoy
Él te da Su indefensión, y tú la aceptas a cambio de todos los juguetes bélicos
que has fabricado. Y ahora el camino está libre y despejado, y el final de la
jornada puede por fin vislumbrarse. Permanece muy quedo por un instante,
regresa a tu hogar junto con Él y goza de paz por un rato.
A propósito de esta lección, recordé la canción
“Regreso a casa” del grupo Moenia, la cual me pareció muy adecuada al tema de
hoy, así que se las comparto… pongan atención a la letra ;)
¡Regresemos
tod@s junt@s a casa... Luz y Amor!