Muchas veces hemos hablado de la nobleza y beneficios del perdón, pero hasta hoy, no hemos hablado específicamente del perdón a uno mismo. Y es un tema bien delicado, porque algunos tenemos la tendencia de perdonar a los demás, pero olvidarnos de nosotros mismos.
Muchas veces nuestro sufrimiento, no viene del exterior, sino desde nuestro interior, y solemos ser muy condescendientes con el resto, pero demasiado exigentes con nosotros mismos, y el no verlo o querer reconocerlo, nos causa dolor y sufrimiento.
Cargamos con muchas culpas; tal vez aun te sientas mal por errores cometidos en el pasado, por haber hecho daño a alguien que no lo merecía, por tomar malas decisiones, etc., y eso debe de cambiar.
El primer paso para perdonarte a ti mismo, es reconocer esa carga existencial, aceptar la existencia de la molestia y pesar, ahondar en esos sentimientos y culpas que solo tú ves, no porque alguien más te los reproche, sino porque tú mismo así lo sigues haciendo.
El segundo paso es aceptar tu responsabilidad, y finalmente, perdonarte. Haz lo posible por enmendar los daños que has causado o tus errores, pero empieza por perdonarte para liberar cargas.
El autoperdón nos ayuda a romper cadenas interiores y nos libera de una gran y pesada carga. Es el mejor modo de avanzar con más fortaleza, porque en ocasiones, las buenas personas, además de reconocer lo propio, también se responsabilizan de cargas o pecados ajenos. Pon atención en este punto, acepta que tú no eres culpable de algo que hizo tu pareja, alguien de tu familia o cualquier otra persona; en ocasiones, la vida marca sus circunstancias y como tal, debemos afrontarlas con entereza.
Quien sufre remordimientos, carga demasiadas culpas, demasiados pesos. Hay que desprenderse responsablemente de ellos, afrontarlos, solucionarlos, perdonar y autoperdonar… Todo ello nos permitirá avanzar de un modo más ligero.
Practicar el perdón es una forma de liberación personal, donde también radica la importancia de perdonarse a uno mismo. Avanza tranquilo y en calma, sin ese peso extra sobre tus hombros, libre del vínculo del rencor o el resentimiento, en especial contigo mismo.
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