Aunque no tomé el curso, por el hecho de que esta persona lo
estaba haciendo y compartíamos departamento, no era extraño llegar y encontrar
personas practicando Reiki o platicando del tema… en más de una ocasión, abrí la
puerta para encontrarme con alguien recostado en la alfombra, mientras le hacían
imposiciones de manos y hasta rodeada con piedras y cristales… fue una época muy
bonita y llena de aprendizaje.
Escuchar y observar a aquellos estudiantes y practicantes de
Reiki, me hizo darme cuenta de algo: cuando se entra en este mundo con egos descontrolados
o un punto de vista limitado de lo que esta o cualquier otra disciplina pueden ofrecer,
puede desarrollarse una forma muy alejada de lo que este tipo de terapias buscan enseñarnos.
Me enfocaré en lo que en aquel entonces más llamo mi atención:
conforme algunos de aquellos aprendices de Reiki, avanzaban en su camino y recibían
iniciaciones de más niveles, comenzaron a transformar la humildad del
aprendizaje en la soberbia de la maestría. No era raro oírlos referirse a ellos
mismos como “sanadores” … "¿sanadores?", me preguntaba yo, limitándome a escuchar
y tratar de comprender.
“El arte del Reiki es una forma de meditación que genera luz y calor por sí mismo. Olvídate de ti mismo y de tu pequeño ego; desapégate de todas las cosas y objetos, e inmediatamente irradiaras luz y calor por todas las partes de tu cuerpo, especialmente de las manos, los ojos y el aliento.”
Mikao Usui
Algo que me ha quedado claro a lo largo del tiempo, es que
nadie puede sanar a alguien que no quiera ser sanado. Si una persona acude al Reiki
o cualquier otra terapia, es con el fin de recibir ayuda, pero haga lo que
haga, solo funcionará si la persona afectada así lo quiere y permite. En esto influyen
muchos factores, pero no quiero desviarme del tema.
Un facilitador de Reiki, como comentamos en una publicación previa, no tiene poderes especiales ni nada extraordinario al resto; la única
diferencia es que esta persona decidió estudiar, practicar y adentrarse en el Reiki.
Es como alguien que decide ser arquitecto: cualquiera puede serlo, solo
necesita decisión y acción; decidir que quiere ser arquitecto y ponerse a estudiar
para lograr desarrollar las aptitudes que lo convertirán en uno. Habrá personas
que se les facilite más, alguien a quien, tal vez, naturalmente se le den las matemáticas,
encontrará más sencillo cursar la carrera, pero cualquiera puede lograrlo con
esfuerzo, motivación y dedicación. Y eso también se aplica a quien decide ser Reikista.
El detalle viene cuando la persona logra ese objetivo y
desarrolla un halo de orgullo mal entendido y presunción. Ya tenemos claro que
alguien que da terapias de Reiki no es un sanador; ponte a analizar y date cuenta
que no es la persona que te da Reiki quien te esta sanando, sino la energía que
se canaliza a través de ella.
Entonces, podríamos decir que un Reikista en realidad es un
canalizador, ya que toda su preparación como Reikista lo pone en forma para
convertirse en un transmisor… ¿Qué transmite? Lo esencial y más importante es: ENERGÍA.
Pero no solo eso, el canalizador de Reiki transmite también mensajes, información,
cuidados, conocimientos, etcétera.
Y aquí es donde el canalizador de Reiki, si se reconoce con
esta importante labor y la desarrolla con integridad, se vuelve una pieza clave
en la sanación de una persona, ya que su intervención puede ser el detonador
que la persona necesita para transformar su experiencia, ya que un Reikista consciente
compartirá con la persona atendida todo lo que ésta necesita para manifestar su propia sanación, es decir, se convertirá
en el maestro que le enseñe a lograrlo, apoyado siempre de la maravillosa energía
universal amorosa y perfecta que está ahí para quien decida utilizarla.
Si es que te dedicas a dar cursos o terapias de Reiki, aléjate
de la arrogancia que te hace considerarte un SANADOR; procura un acercamiento humilde,
y orgullosamente reconócete como un CANALIZADOR, empoderando a tus iguales a
desarrollar su máximo potencial.
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