El solsticio de verano marca el inicio de una nueva estación, viviendo así lo que será el día mas largo de todo el año, cobijado bajo la intensa luz del Dios Sol que hoy manifiesta de esta manera su mas alto grado de poder.
Ahora él se ha convertido en un Rey de pleno derecho. Su consorte, la Diosa Madre, esta en cinta, cargando en su vientre la futura cosecha que ha sido alimentada por los rayos solares. La energía del Sol garantiza que los cereales en los campos crezcan y maduren y el poder de su luz y calor es guardado por cada uno de los granos de la cosecha que compartirán el poder que les ha sido transmitido, al ser transformados en alimento y fundirse en el cuerpo de otro ser vivo.
Un ritual propio de este festejo es el pasar un pan por las llamas del fuego, ya que el grano con el que se ha elaborado el pan, lleva en su interior toda la fuerza del fuego solar. Tomando este pan con respeto y gratitud se comulga con la energía vital del Dios Solar.
Una importante reflexión de este día de fuerza solar es recordarnos el hecho de que todas las cosas, pasado su apogeo, tienden naturalmente a la decadencia; asi como la luz del sol a partir del solsticio ira decreciendo (la muerte en la vida), también al llegar a su día más débil, sólo crecerá (la vida en la muerte). El ritmo eterno del Sol refleja el ritmo mismo de la vida humana.
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