
La persona antes de mí era un muchacho sucio, vestido estrafalariamente, con el cabello largo y teñido de varios tonos de castaño y rubio, con dos “bellos” parches de cinta negra, una sobre el labio y la otra sobre la ceja. Mi primera reacción fue de rechazo, quizá de asco y entonces me dije: ¿Qué te pasa, qué estás haciendo? Entonces repetí dentro de mí, “veo en ti a mi hermano en la Luz”, “sé quién eres y te reconozco”.
Y de pronto todo cambio: me sentí libre y ya no lo vi ni desagradable, ni sucio, ni extraño. Entonces comenté: Pero si está muy larga la “cola”, ¿cuántos seremos?
El chico me miró y dijo: guárdeme mi lugar, ahorita vuelvo. Y se fue hasta el principio.
En eso siguieron formándose otras personas y detrás de mí quedó una señora que se veía que tenía mucho miedo y angustia. Traía lentes oscuros y aunque iba muy bien vestida, se notaba su inquietud, pues había abotonado su saco mal y se lo hice notar. Ella sonrió y dijo que “había salido a la carrera”. El chico regreso y sonriente me dijo: usted es la número 46, yo el 45 eincluyó a la señora, diciéndole usted es la 47. Ella se retrajo detrás de mi y murmuró un “tenue” gracias y comprendí que su primera impresión, había sido similar a la mía.
Seguí platicando con el chico quien me contó que iba a pagar el predial de una señora que le rentaba un cuarto, porque ella estaba muy viejita y no podía caminar bien. Llevaba una carta poder, con firmas de dos vecinos, con sus respectivos números de Hacienda y direcciones, para identificación y entonces me preguntó: ¿Usted cree que me acepten?
-¿Por qué no? –le respondí.-
Pues porque… míreme –añadió y respondí desde mi corazón: -Yo te acepto –él sonrió y me dijo “gracias”.
Por fin entramos y aunque le tocaba a él pasar a la caja, tuvo que esperar porque iba a pagar con tarjeta de crédito. Resultó que el Sistema estaba muy lento en la computadora que me tocó y él termino primero y se esperó en la puerta.
Cuando llegué hasta la puerta, él me dijo: -Señora, su sonrisa vale un millón, gracias de nuevo – y se fue.
Y todo sucedió porque supe quien era, porque lo reconocí y lo acepté, aunque su apariencia lo disfrazaba. Era mi hermano en la Luz.
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