Es así como la generosidad comprende una serie de pasos que van desde abrirse hasta rendirse ante un proceso de vaciamiento. Así nos preparamos para recibir y valorar lo que la vida nos ofrece, y siempre estamos listos para dar lo que sea necesario.
Cada día podemos ser generosos en acciones pequeñas.
Su práctica va abriendo el corazón poco a poco, y descubrimos que nunca hay pérdida. En cambio nos fortalecemos y podemos superar el temor de ser vulnerables.
Practicar la generosidad ejercita al corazón: cuanto más se da, mas se fortalece.
Cada uno tiene algo para dar. Dinero, talento, tiempo o una simple oración. La generosidad es una virtud que nos eleva y nos pone en sintonía con nuestra esencia divina. Esto nos permite situarnos en el lugar del otro y comprender, en un instante, el regalo indicado para la persona indicada en el momento preciso.
El volverse generoso contribuye al natural fluir de los dones del universo a través de cada uno.
Compartido por Cecy Mosquera...
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